Para comprender la Bizkaia actual y las ideas que conforman nuestro imaginario colectivo debemos entender el Fuero y su tiempo, pues su génesis ha tenido lugar de forma paralela. Entre esas ideas colectivas, fruto muchas veces más del deseo de ennoblecer nuestro pasado que de una realidad histórica, destaca la supuesta existencia desde siempre en nuestra sociedad de una tradición igualitarista y de una suerte de democracia representativa.
Los mitos siempre destacan aquello que importa en la sociedad del momento y por eso suelen ser bien recibidos. Entre los siglos XVI y XVIII, en los que la religión, la antigüedad histórica y la limpieza de sangre eran importantes, el llamado "tubalismo", el vasco-iberismo y el vasco-cantabrismo difundieron que los vizcainos (entiéndase vascos) fuimos monoteístas y casi cristianos antes de Cristo, que nuestra antigüedad era tal que "no datábamos", que habíamos sido los más feroces enemigos de Roma y que, además, éramos los únicos cuya sangre estaba limpia de mezcla con razas invasoras. Muchísima gente aceptó estas ideas como hechos incontestables.
A partir de mediados del siglo XVIII y en el siglo XIX, otras ideas cobraron peso en el imaginario colectivo sin que desaparecieran del todo las anteriores. En aquellos tiempos en los que la Razón y la Ilustración preparaban el triunfo del progreso, el liberalismo y la modernidad, una de esas ideas imaginadas fue el "igualitarismo" y carácter representativo inmemorial de nuestras asambleas. Se presuponía y daba como probado que nuestras leyes y costumbres se habían anticipado a las revoluciones americana y francesa, a la supresión de los estamentos sociales y a la igualdad de derechos de todos los ciudadanos. Dentro y fuera de nuestra tierra, muchísima gente, incluso culta, lo dio como cierto.
Aunque las míticas ideas sobre monoteísmo, antigüedad y limpieza de sangre se han difuminado mucho en nuestros tiempos, tan laicos y globales, la idea del igualitarismo primigenio permanece como referente político hoy en día. Buscándo un fundamento, se la hace entroncar con el Fuero Nuevo al proclamar este en 1526 la hidalguía universal de todos los naturales del Señorío. ¿Qué mayor igualdad? Pero, ¿se proclamó la hidalguía universal realmente por existir históricamente un igualitarismo o fueron otras las causas que motivaron su aprobación?
Los hidalgos eran la baja nobleza de la sociedad estamental. A finales de la Edad Media, en Castilla era hidalga cerca del 16% de la población. Muchos hidalgos vivían en la cornisa cantábrica y aledaños. Un censo de 1591 señalaba que el 76% de la población asturiana y el 86% de la cántabra era hidalga. En Bizkaia y Gipuzkoa, antes de 1526 también abundaban. En las montañas del norte de Burgos eran entre el 50% y 70%. Eran mayoría en algunos valles de Navarra, Lapurdi y Zuberoa. En cambio, en Álava solo suponían el 25%.
Cuando el Fuero Nuevo de Bizkaia estableció la hidalguía universal de los vizcainos por el hecho de serlo, y no por concesión, supuso un cambio sustancial. Surgieron tanto críticas como intentos de imitación, pero los otros territorios vascos y Navarra siguieron caminos diferentes. Gipuzkoa la promulgó para sus habitantes en 1610, pero no así Álava, donde el 25% de hidalgos se opuso repetidamente a la extensión de sus privilegios al conjunto de la población. Tampoco Navarra cambió su situación.
¿Cuál fue la causa de la extensión general de la hidalguía en Bizkaia? Hidalgos ya había un número importante y en territorios vecinos no vascos incluso muchísimos más. Y no parece haber sido la existencia de una tradición igualitarista vasca previa, ya que cada territorio actuó de forma diferente al respecto. Pero quizás si tiene que ver con la derrota de los jauntxos banderizos vascos en sus dos siglos de guerra contra las villas y el poder señorial.
A finales del siglo XV, con Bizkaia en vías de pacificación, continuaban los recelos y disputas entre las triunfantes villas y los jauntxos que controlaban las anteiglesias y, a través de las mismas, las Juntas Generales. En 1489, las villas acordaron no volver a concurrir a las Juntas. Incluso llegaron a intentar desvincularse del Señorío, lo que la monarquía frenó pues no quería que Bizkaia se debilitara.
Fue con esa situación de ruptura entre villas y tierra llana cuando, en 1526, las Juntas Generales, estando presentes únicamente representantes de las anteiglesias, acordaron actualizar el Fuero Viejo. Para ello nombraron una comisión de letrados y en un breve plazo aprobaron el Fuero Nuevo. Este estableció la base legal del derecho público y privado en el Señorío. Se aplicó tanto a la tierra llana como a las villas (salvo en el derecho privado en estas, pues regía el de Castilla) y detalló el derecho aplicable a los cargos y ámbitos que controlaban los jauntxos, confirmando de facto su control político del territorio. ¿Lo aceptarían las villas que, pese a ser ricas y muy pobladas, estarían en minoría?
Las Leyes 13 y 16 del Título I del Fuero convertían a todo vizcaino, fuera natural de anteiglesia o de villa, en hidalgo. Se trataba de un beneficioso cambio de estatus para los plebeyos, imposible de rechazar. Así que se aceptó de facto el Fuero por las villas, aunque estas siguieron ausentes de las Juntas y enfrentadas a las mismas durante decenios, hasta la Concordia de 1630.
De un plumazo, desde 1526 todos los vizcainos se convirtieron en nobles. Naturalmente, la mayoría eran nobles humildes y hasta pobres de solemnidad y su hidalguía no impedía que tuvieran que trabajar y tener un oficio. Muy diferentes a los nobles Parientes Mayores, ricos, con recursos y un férreo control de las instituciones. Pero todos eran iguales en teoría.
Con el tiempo, el imaginario social acabó asumiendo y glosando admirada esa igualdad en la nobleza (que no en la fortuna) como prueba de un igualitarismo primigenio. Nadie se preguntó por qué los Parientes Mayores la promovieron y qué obtenían a cambio. Como si algo así se diera gratis en una sociedad ferozmente estamental.
Me hubiera encantado conocer a la mente al servicio de los jauntxos, digna rival de Maquiavelo, que ideó la estratagema para conseguir que con el Fuero Nuevo los nobles de verdad mantuvieran el control del Señorío y las villas siguieran siendo minoritarias en las Juntas. La hidalguía universal de los vizcainos fue una jugada maestra de los Parientes Mayores, y consiguió ser aceptada sin que se cuestionara su intención. Aun hoy en día se atribuye a veces a un imaginario igualitarismo. A veces es necesario cambiar algo para que todo permanezca igual, sugería Lampedusa en El gatopardo. Y si nadie lo advierte, como en este caso, mayor es la victoria.
LEKEITIO 1797. SE NECESITAN CORSARIOS.
Oferta de empleo para marinos lekeitiarras de menos de 40 años.
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"Cualquiera que se quisiere alistar en el corsario que se trabaja en Santander, acuda al señor Santiago de Uriarte que vive en Bermeo, quien le instruirá de lo que llevará (lo que cobrará).
Se advierte que pasando de cuarenta años a ninguno se le admitirá"
Este cartel de oferta de empleo para marineros vascos apareció clavado en la portalada del nuevo ayuntamiento de Lekeitio a las nueve y media de la noche del viernes 12 de mayo de 1797 y fue mandado retirar por el alcalde Domingo de Olave. Por eso se ha conservado. Es un documento muy simple, pero excepcional. El alcalde envió al alguacil municipal a la posada de Juan de Ugaldea para que arrestara a los autores del cartel: el joven capitán bermeano Santiago de Uriarte y Lorenzo de Ibarraran -vecino de Ibarrangelu en su puerto de Elantxobe- patrón de un cachemarín atracado en el puerto lekeitiarra. Después de ser interrogados, Uriarte fue amonestado por colgar el cartel en un edificio público sin permiso de la autoridad.
No hubo ningún otro reproche. Aquel año todos querían participar por libre en la guerra anglo-española que se estaba librando en el mar, pero el corso no es país para viejos.
ADENDA ACLARATORIA.
Este barco corsario de 1797, que no tenía nombre antes de su botadura, estaba siendo construido en el Astillero de Santander, probablemente para poder armarse con buenos cañones de la Real Fábrica de Liérganes y La Cavada, que aquel mismo año visitaba Jovellanos. Los armadores eran una sociedad mercantil vasco-montañesa liderada por el comerciante Pedro de Larrea y Acha, natural de Arrankudiaga, pero con doble vecindad en Bilbao y Santander, y junto a él estaba su socio habitual en las importaciones de azúcar y cacao antillano Antonio Campo. Otros socios menores eran Marcial Antonio de Altuna, Juan Gutierrez, Manuel Gómez y Francisco Sainz, todos implicados en el tráfico de coloniales que se estaba viendo muy perjudicado por el corso y la armada británica.
En cuanto a la tripulación del barco corsario, los que ya se habían alistado eran quince marineros de Portugalete, un santurzano, así como tres pilotos de la Escuela de Náutica y dos marineros de Plentzia. El reclutador bermeano Santiago de Ugarte, que había sido contratado como segundo capitán, ya había colgado carteles de alistamiento similares a este en Bermeo, Mundaka y Elantxobe, donde tenía apalabrados varios candidatos y esperaba completar el rol de la tripulación en Lekeitio y Ondarroa, cuando fue interrumpido por el picajoso alcalde lekeitiarra. Por lo que se ve, solo quería marineros vizcaínos jóvenes y fuertes a bordo.