Bentara noa, bentatik nator, bentan da nere gogoa, bentako arrosa krabelinetan hartu dut amodioa.

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2025(e)ko irailaren 29(a), astelehena

Bilbao circa 1700

 El Arenal, las Siete Calles, el Puente de San Antón, Bilbao La Vieja... Recorre las calles y enclaves de la villa y descubre todos los rincones a través de esta magnífica obra. El reciente hallazgo de esta vista inédita de Bilbao, realizada en la transición entre los siglos XVII y XVIII, abre una ventana única para comprender la evolución histórica y urbanística de una ciudad que apenas conserva representaciones visuales de semejante valor y antigüedad.

Esta vista de Bilbao hasta ahora desconocida, pintada a finales del siglo XVII, nos proporciona un acercamiento inédito al urbanismo y a la vida cotidiana de la época. Su excepcionalidad reside en su antigüedad, su gran tamaño y en el hecho de estar pintada al óleo; pero, por encima de todo, destaca la riqueza de detalles, que permite reconstruir la fisonomía y la actividad de la Villa con un alto nivel de precisión.

La imagen principal capta una panorámica del Casco Viejo bilbaíno desde la zona de Miribilla, el enclave desde el que tradicionalmente se había representado la ciudad en grabados. En la parte inferior, sin embargo, encontramos un detalle insólito: una vista duplicada que muestra simultáneamente la orilla opuesta, conocida como Bilbao La Vieja. Con este recurso, el pintor logró desvelar aspectos hasta entonces ignorados de la configuración de la Villa.

La nostalgia del comitente

El comerciante inglés John Seale fue quien encargó esta obra, que ha permanecido en manos de sus descendientes hasta hoy. Nacido en Jersey en 1667, Seale aparece documentado en Bilbao en 1691, dedicado al comercio de comestibles —probablemente, bacalao de Nueva Inglaterra—.

El hecho de que mandara pintar una vista de tales dimensiones sugiere una fuerte identificación con la Villa, quizás como testimonio del origen de su fortuna o como un modo de aliviar la nostalgia tras la separación. Su salida de Bilbao debió de ser forzada, ya que en 1702 la guerra de sucesión española suspendió el comercio con Inglaterra y los súbditos del país fueron obligados a marcharse.

No cabe duda de que la huella de su estancia fue duradera: su epitafio (1714) en una iglesia londinense recuerda que vivió muchos años en Bilbao.

Una mano sin firma

El autor de la pintura debió de ser un artista conocedor del terreno y de los grabados publicados sobre Bilbao. Esto sugiere su residencia en la Villa, donde apenas había entonces pintores reseñables, a excepción del vitoriano Martín Amigo y el vizcaíno Nicolás de la Quadra (este último vivía en ese momento en Madrid). No se puede descartar que la obra fuera realizada por algún miembro de la familia Bustrín, un activo linaje de artistas establecido en Bilbao en el que destaca la figura de Nicolás Bustrín.

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